Imogen Cunningham, una mujer estadounidense, que es conocida por su versatilidad a la hora de elegir los temas de sus fotografías y por su capacidad para encontrar la belleza en las cosas más comunes.
Fotografió la vida que la rodeaba: a su familia, la naturaleza, bodegones, escenas callejeras y desnudos, y hasta su muerte a la edad de noventa y tres años ejerció su profesión de retratista.
Cunningham prefería trabajar al aire libre y valerse de la luz natural. Captaba la naturaleza de una manera distinta, exaltando los detalles de todos los motivos florales que capturaba.
Utilizaba la luz natural en sus fotografías esperando el momento indicado para capturar, obteniendo resultados maravillosos, donde se puede apreciar la textura y la forma de manera muy natural.
Sentía satisfacción por lo que hace única a cada persona y el hecho de que cada sujeto fuera diferente en un momento determinado; por ello retrató a una misma persona en periodos de tiempo distintos. Familiares, amigos y algunos artistas fueron los principales sujetos de sus fotografías, y siempre usando luz natural.
En los últimos años de su vida se dedicó a fotografiar ancianos, exaltando la juventud en la vejez.
El cuerpo humano estuvo presente durante toda su producción. Cunningham fue una revolucionaria de la época, quien se dedicó a fotografiar cuerpos desnudos, incluso llegó a auto-fotografiarse desnuda en su jardín. También familiares, amigos y artistas posaron para sus fotografías
Además empezó a fotografiar la danza cuando su marido impartía clases en el Mills College, un tipo de fotografía no muy visto hasta el momento y que ella quería destacar.
Pero una de la principales cosas que Cunningham amaba fotografiar era la vida cotidiana y la ciudad. Tras adquirir una cámara nueva y menos pesada se lanzó a la calle a fotografiar el día a día, pero de una manera curiosa, y es haciendo bello algo tan natural como lo es la vida cotidiana.
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